Parte II del Arte cìnico
11.11.2013 16:54
La postmodernidad emite sus primeros latidos en las voces de Nietzche y la
muerte de dios, Jean Francois Liotard y la desmaterialización de la realidad,
no olvidemos desde luego, la idea de desencantamiento de mundo de Max
Weber, que le falta a nuestro tiempo se preguntaba? La religión. Tal vez sea
ésta una apreciación cierta, si tan sólo necesitamos creer en lugar de
preguntar, esto es lo que hace el arte, se libera, Sade había escrito con
esperma y sangre en las paredes de la prisión que sólo el desencantamiento
es libertad, este desencantamiento en primera instancia ofrece una actitud
irresponsable ante las exigencias de la razón tal vez por ello más responsable
con la intuición, lo previo a la idea, lo que Condillac llama sensación,
Deleuze lo absurdo, la lógica del sentido.
Se continúa hablando de la condición posmoderna con la eliminación del
sujeto y el objeto, no hay criterio racional fuerte –señala Michael Foucaultporque
proviene del sujeto y el sujeto es solo una narración, no hay
posibilidad para hablar de la falsedad y la verdad y en tanto que el
pensamiento se presenta como posibilidad de la relación (relatividad).
Somos en esta doxa una cosa en el sistema y no fuera de él y el cambio es a
partir de un posible estado interno, en donde se origina una especie de
sistema autopoietico que determina sus propias operaciones, es autónomo,
autogobernante ¿cínico?.
Diógenes Laercio; la palabra viene de la raíz griega cyn que significa perro,
eran grupos de gente que vivían en las calles, personas nómadas que no se
comprometían con las normas sociales características de los pueblos griegos,
de hecho se utilizó el término cínico en el sentido peyorativo para denotar
su condición salvaje, en realidad estos grupos argumentaban que su
comportamiento era una especie de iniciación mística que ponía sobre la
mesa sin más, su relación obvia y absurda a los ojos de la razón con la
naturaleza y el cosmos que habitaban.
Los cínicos creían que las reglas éticas y los patrones de conducta eran lozas
que en vez de llevar al sujeto a un bien común lo único que hacían era
desvirtuar su libertad, por ello argumentaban que la vida salvaje e incluso
hasta ermitaña y ascética podría generar en el sujeto una relación inmediata
con la poesía, porque para ellos la poesía era todo lo que habitaba en esta
tierra. Antístenes, decía que la esencia es la virtud del bien único, el
autocontrol, juzgaba todo orgullo como un vicio, incluyendo el orgullo de
la apariencia, por ésta razón despreciaban la limpieza, parece que los modos
de producción del arte contemporáneo también desprecian este orgullo de
insistir en el arte con palabras mayúsculas, pero a diferencia de los cínicos
éstos se valen de lo más radicalmente aparente como un sitio encantado para
hacer valer su búsqueda de autocontrol, su monólogo con el arte.
El arte contemporáneo es a grandes rasgos un idealismo, su perfección es
creer en lo que sugieren las piezas no en lo que son, “el bautismo que
necesita el corazón manchado para alzarse a la fe del idealismo”
Manuel M Flores.
La definición que actualmente tenemos del cinismo está ligada con la
desvergüenza, la imprudencia, procacidad, y por supuesto la
irresponsabilidad, Wittgestein afirmaba que la solución al sentido de la vida
está la desaparición de este problema, me pregunto hasta donde son exactos
estos términos, en términos generales me parece que el cínico es un sujeto
absolutamente consiente de que su responsabilidad es la propuesta de
actitudes y modelos irresponsables que hasta cierto punto se comprometen
con estados de revelación que ofrece el arte, el artista es quien ofrece
verdades místicas (Bruce Nauman).
¿Qué pasa con este lugar místico, cómo se accede a este lugar y luego se
opta por regresar a este mundo a contar los secretos que allá se escucharon,
que es lo que habita ahí?.
Heidegger habla del ente a partir de su desocultación como ente, como una
manera de mostrarlo bajo una nueva luz, de esta manera nace de la lucha
entre el alumbramiento y la ocultación, de tal lucha surge la patencia, es
decir la verdad, que lleva consigo los rasgos esenciales de la lucha, gracias a
que los contrarios continuamente mueren y renacen nunca se destruyen
mutuamente, se mantienen en constante roce siempre juntos a la fuerza
incluso en su prolongada ausencia, éste toque regenerador lleva a cada
luchador más allá de si mismo, tal vez mientras más extrema sea la lucha,
mas se abandonan los luchadores a la intimidad de la sincera conformidad
consigo mismos, mientras más sea su herida mayor será también el impulso
hacia la superficie.
¿No son los secretos los que nos hacen sentir miedo? Temblamos. “se dice
que el agua se estremece antes de hervir, es lo que se llama la seducción:
una prebullición superficial, una agitación preliminar y visible” señala
Jacques Derrida. El arte como lugar de todos esos secretos sin secreto, de
esas criptas sin profundidad, sin más fondo que el abismo a la llamada, sin
más ley que la singularidad del acontecimiento, la obra de arte: la
responsabilidad del temor.
“Lo místico no es cómo es el mundo sino que el mundo sea”, dice
Wittgenstein, casi al concluir su Tratactus Logicus Filosophicus. Estar en el
limite, contar con una especie de encuentro o de compromiso entre el
tiempo como modelo sociológico y la eternidad como situación artística,
ambas conciencias inmediatas, visiones de otro algo apenas perceptible, que
uno divisa a lo lejos como si se viera con un vincular por la parte contraria,
sin embargo tan cercano, que mundo tan cercano, apenas un conocimiento,
apenas un saber un ligero contacto, esto es la intuición, lo absolutamente
soso, la trivialidad misma.
Alejandro Anguiano Fragoso 2004